Domingo Ochoa, un antiguo mecánico de competición,
ha creado en Valencia «el Vega Sicilia de los coches». Cuesta 725.000
euros y ha sido elegido para una película de Hollywood junto a las
joyas de Bugatti, McLaren o Lamborghini. Su logotipo lo dice todo.
Mientras lee esta frase, el GTA Spano
ha pasado de 0 a 100 km/h. No llega a tres segundos. Este espectacular
prodigio del diseño ha sido elegido para coprotagonizar una película de
Hollywood que va de coches: 'Need for speed'. El Spano compartirá cartel
con el Bugatti Veyron, el Pagani Zonda, el Koenigsegg Agera, el McLaren
P1 y el Lamborghini Sesto Elemento. Seis cochazos y uno es valenciano.
El invento es una rareza en España, un país poco dado a
estos lujos desde que desaparecieron el Hispano Suizo de los años 30 por
culpa de la Guerra Civil y el Pegaso de los 50, cuando Franco decidió
que se dejaran de fabricar bólidos para centrarse en los camiones. De
estos últimos, solo se hicieron 84 unidades, que hoy son piezas de
coleccionista muy codiciadas por las que se pueden llegar a pagar más de
dos millones de euros.
«Eran coches superiores a los Ferrari». La puntualización
es de Domingo Ochoa, el padre del Spano, un hombre de 49 años que,
después de muchos vaivenes, ha conseguido crear el coche de sus sueños y
sacarlo adelante. El deportivo, que lleva un lobo en su logotipo -el
significado de su apellido vasco en castellano-, está a la altura de los
más prestigiosos y solo le falta algo de solera para irse, por ejemplo,
al millón y medio de euros del Bugatti Veyron. Su precio es 725.000
euros, una ganga a estos niveles, un mercado en el que se codean jeques
árabes con potentados rusos y multimillonarios chinos. Spania GTA no
tiene la fuerza de otras marcas, pero su producto es bueno y, sobre
todo, diferente.
La factoría está en Ribarroja del Turia, a 20 kilómetros de
Valencia, y cuenta con 28 trabajadores que fabrican de manera artesanal
no más de 20 unidades cada año. Les costó despegar y Domingo estuvo
tentado de rendirse a los petrodólares -«cualquiera de los emiratos me
hubiese pagado cinco veces más de lo que vale», recuerda-, pero resistió
y después de endeudarse «hasta límites insospechados» y venderle un
prototipo a un acaudalado chino logró el capital para arrancar el motor
de Spania GTA. «El cliente existe y está en lista de espera. Tenemos
varios años garantizados y, de hecho, vamos a ampliar la plantilla y las
instalaciones». De sus nombres no suelta prenda. Es confidencial.
El Spano no es el Lamborghini Sesto Elemento, una serie
limitada que se cotiza a dos millones y medio de euros, pero tiene su
cartel en el extranjero. «Es curioso, pero nos hacen mucho más caso
fuera que en nuestra casa. Hemos salido en la portada del 'New York
Times', del 'Sunday Times', de las mejores revistas especializadas...
Nuestro coche está considerado el Vega Sicilia de los automóviles».
Antes que en el cine, el Spano circuló por algunos de los
videojuegos de bólidos más reclamados. Su modelo es, incluso, la portada
del 'Asphalt 8', uno de los referentes. Pero fue un camino con curvas.
«No fue fácil encontrar inversores en España. Nos han dado la espalda.
Los políticos valencianos decían que no nos apoyaban porque era un coche
para ricos, pero ninguno vio que lo que yo hago es sacarle el dinero a
los ricos del extranjero para traerlo a España».
Deslumbrar al mundo
El motor de Domingo Ochoa se calienta a la velocidad de
esta bestia de 925 CV de potencia, capaz de superar los 370 km/h. Por
eso nunca olvidará el momento en el que acabaron el primer prototipo.
«El placer del primer día que encendimos el coche, salimos por la puerta
de la fábrica y nos dimos una vuelta no se puede explicar». Aquello fue
en abril de 2009. La primera venta llegaría un año después: un cliente
chino para una colección privada.
El padre de la criatura es un amante de la velocidad
-durante la entrevista contesta las preguntas sentado en una silla de
rueda porque se ha roto nueve costillas y no sé cuantos huesos más en un
accidente de coche- que dejó los estudios con 13 años «por
circunstancias familiares».
El primer empeño de Domingo Ochoa fue ser un buen mecánico.
Su cuñado le enseñó los secretos del oficio en un pequeño taller de
Torrent, en su pueblo. Las vacaciones, obsesionado con pistones y
válvulas, las empleaba para seguir aprendiendo sobre electrónica,
sistemas de inyección... Al volver de la mili, con 21 años, se enteró de
que Ferrari abría un concesionario en Valencia y cada noche, cuando
salía del trabajo, se iba a pedir un empleo. Quería trabajar allí, entre
la aristocracia del motor. A los dos meses entró y no tardó en ascender
porque traía vastos conocimientos de serie.
Pero fue el maestro Toni Lozano quien le formó como
mecánico de competición y se familiarizó con vehículos de alta gama. A
los 29 años montó un taller en Torrent para hacer coches de carreras. Se
hizo un prestigio con los monoplazas que llegaron a conducir Marc Gené,
Jaime Alguersuari o María de Villota. Hasta que se encaprichó con crear
un deportivo como los que le habían deslumbrado por el mundo, un coche
de película.
FUENTE:LAS PROVINCIAS
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